[Yuselino Maquera Maquera.]

Este Muqui, es celoso guardián y cuidador de los espíritus de la
mina, es una versión contadas por los pobladores que migran
temporalmente a la Mina la Rinconada en la Popular Provincia de Sandia,
donde la minería artesanal e informal dinamiza la economía
de quien fortuitamente se acerca a esos lares a fin de mejorar o elevar
sus condiciones de vida. Por lo que mucha gente, en busca de una
oportunidad laboral,
se dirige a esta zona a veces con la suerte o repentinamente halla la
muerte. En estas circunstancias este pequeño personaje celoso guardián
de los socavones siempre suele aparecer al amanecer donde se presenta el
pacha wiljta, o el alba, es un personaje gracioso, al igual que su
oreja, su boca y su nariz.
Arroja llamas de fuego por la boca, su cara, sombrero y vestidura es
de color rojizo, muy parecido a un pequeño bombero, no usa calzados,
pero si espuelas, que causan gran ruido,
es como si lo pusieran un cascabel al gato. Este ruido enloquecedor
suele ser una pesadilla para el minero que por casualidad de la vida se
topa con él. Su montura es Europea, pues se describe, cabalgar un
caballo blanco, pues a veces asumiendo el dueño, amo y/o gamonal de la
mina.
Es importante mencionar que las personas de solvencia intelectual y moral han manifestado tener contacto con el muqui, dueño y guardián de las minas.
Cuenta la tradición oral, proporcionado por una amigo que en los
socavones de las Minas de la Rinconada allí en la Provincia de Sandia.
Algunos mineros percibían la presencia de un ser diminuto y gracioso el
cual les jugaba algunas bromas a los que descansaba plácidamente después
de una jornada agotadora de trabajo, escondiéndolos sus pertenencias,
pintándolos la cara con hollín, o qisima y haciendo muchas travesuras al
interior del socavón. Pero cierto día un minero anciano de nombre
Julián visiblemente desgastado por el trabajo contó que aquél que lograse atrapar al pequeño duendecillo “tendría la posibilidad de pedirle oro”
que este guardaba en su escondrijo: ¡Es el muqui! Gritó espantosamente y
en forma mística Julián. ¡Pero cuidado! Advirtió ¡no hay que hacer
ningún trato con él! ¡Es muy astuto el bandido! ¡Si es un bandido!
Advirtió Julián. Mientras se retiraba del socavón con gritos irónicos y
de demencia.
Paso mucho tiempo, tal vez una semana, tal vez un año hasta que el
rumor llegó a los oídos del joven minero Víctor. Un joven bachiller
universitario que necesitaba atesorar oro para graduarse en la Universidad,
recién casado, el cual llegaba cada semana a su casa donde conversaba
con su esposa siempre lo mismo: ¿Sabias que el muqui tiene bastante oro?
¿Cuántos años tendrá el Muqui? ¿De dónde sacará todo el oro ese
condenado enano?. Así cada semana, para entusiasmado Víctor. Y así cada
semana era incesante la preocupación por el Muqui de parte de Víctor,
era el tema de conversación más resaltante. Pero las conversaciones se
volvieron ideas y las ideas se volvieron suelos y los sueños se convirtieron en obsesión; hasta que Víctor empezó a urdir un plan
para capturar al Muqui y con él todo su oro. Ya los mineros de la
Rinconada congeniaban la manera amistosa (aunque sin verlo) con el
Muqui, ellos le dejaban un poco de coca y cigarrillo en algún rincón de
la mina a cambiode
éste no los haga víctimas de sus travesuras. El Muqui recogía los
obsequios y regalos que los proporcionaban los mineros (o menor dicho el
pago respectivo) de manera tan misteriosa que absolutamente nadie sabia
cómo, ni cuándo se aparecía. Pero para Víctor, a quién el Muqui se le
había convertido en una Obsesión ese ya era un problema resuelto.
Víctor, contra viento y marea, no lo había dudado por ningún motivo
ni le tembló ni un suspiro había decidido atrapar al Muqui, aquella
noche, para lo cual se fue a hacer guardía junto a los regalos que ese
día le dejarían los trabajadores compañeros de Víctor, en el abismo más
profundo del socavón. Se tapó con una manta negra dejando una pequeña
abertura para los ojos. La zona apenas estaba iluminada por una pequeña
antorcha de petróleoy
trapo viejo, lo cual le daba un aspecto más misterioso aún aquella
situación. Esperó una, dos, cinco horas y nada; pero cuando ya bordeaba
las cuatro y media de la madrugada, Víctor quién se había echado a
dormir, y de pronto sintió un gran peso sobre su espalda y aún sin
moverse abrió totalmente los ojos y se quedó quitoy
despavorido escuchando el silencio al interior del socavón. Uy ¡era el
Muqui! ¡Y estaba revisando la bolsa sentado sobre la espalda de Víctor!
¡Este es el momento! Monologamente pensó Víctor para si mismo,
respirando profundamente. Sí pronunció, es el momento dijo Víctor.
Entonces se levantó de improviso, trató de atrapar al Muqui con su manto
negro, pero cayó de bruces sobre el piso. Mientras el Muqui se reía
como un loco endemoniado e irónico burlándose del pobre Víctor. ¡Anda
ponte de pie! Gritó el Muqui. Víctor se levantó y así con la poca luz
bajo la penumbra de la antorcha pudo ver al Muqui. – Tayta Muqui,
Papacito quiero oro, Werajucha “quiero un poco de oro”. Fue lo primero
que pronunció ensangrentado por el pavor y espanto. Pues – Quieres oro,
trabaja pue conchatumadre – respondió irónicamente el Muqui. – Verdacito
necesito oro, necesito oro, porque, porque mi esposa está enferma. ¿¡y
su enfermedad se cura con oro¡?, es que las medicinas están muy caras y
no hay, trabajo y en la mina te pagan poco. Respondió timoratamente
Víctor. ¡Pues consigue otro trabajo! Seguía burlándose el Muqui. – Por
favor, duendecillo de la abundancia rey y amo de las minas dijo Víctor.
Mientras se acervada lentamente al enanito burlón y bufón. Dé un
felino salto pudo cogerlo de las manos forcejearon muy poco, pero muy
duro y por fin. Ahí en el suelo envuelto en la manta de color negro
oscuro se encontraba atado Víctor.
Sí, el Muqui lo había atrapado a él. Mirándolo con cierta ironía
mencionó el Muqui algunas palabras en quechua arcaico y se alejó
riéndose diabólicamente Ja. Ja .Ja .Ja. Jo. Jo.Jo.Ja
Ja Jo. como un loco endemoniado. Mientras envuelto en la manta oscura
yacía y reposaba eternamente un gran bulto de oro en forma humana,
descansaba en una beta el cuerpo de Víctor.
Y al día siguiente no pudieron hallar jamás el cuerpo de Víctor. Y lo
único que hicieron los jornaleros del día siguiente darle un minuto de
silencio y una persignada en nombre de Dios Santo y creador.
Mientras tanto la esposa de Víctor, Bertha cansada de llorar y
esperar se fue a vivir a Tacna , donde cada noche tenía un sueño muy
raro, un extraño resplandor le llamaba a través de un túnel profundo y
siempre solía despertarse sobresaltada e irritada. cuando en el mismo
sueño se escuchaba una risa vesánica, demente. Porque a Víctor su esposo
no le habían dado una cristiana sepultura. Como entre pesadillas le
pedía Víctor que este a su lado. pero esa, ya es otra historia.
KHARISIRI
[Por: Juan Choquehuanca Mamani.]
Cuando el sol alcanzaba su cenit del día, y el calor
se percibía como el de las fogatas de las noches del 23 de junio; el
camino que conducía de retorno sobre la tierra cual culebra andina en su
descanso cotidiano, y para hacerla difícil a cualquier caminante del
lugar se hallaba cubierta de una fina arena que imposibilitaba su
caminata normal, iba empujando mi bicicleta como también mi acompañante,
en nuestras frentes se podía percibir las gotas de sudor que recorrían
presurosas. Era el paso obligado de todo caminante, era la “compuerta”,
lugar considerado para muchos donde rondaba la muerte, habían ocurrido
muchos asaltos, robos y hasta muertes; a los costados del camino se
yerguen dos ceros muy elevados cuales rascacielos urbanos, en la soledad
de los andes.
El silencio era único y sepulcral, sólo se percibía el sonidosuave
y callado de nuestros pasos; de pronto comencé a sentir un sueño fino y
apacible, mis párpados parecían caer cual telón al final de la función,
y mis pies desinflarse cual globo en las manos de un niño; cando
parecía que no quedaban más fuerzas en nuestras venas y nuestros huesos se resquebrajaban en mil pedacitos y el sueño nos envolvía en su manto mortal.
Mi acompañante, como salido del letargo infinito en su lucha desesperada gritó de pronto:
¡Yatichiri, tengo sueño, ya me estaba durmiendo!, ¡No sé que me pasa!
Sus palabras fueron como el rayo que recorrió mi ser y sentí que sudaba al mismo tiempo.
¡Yo también!, no entiendo que nos pasa, respondí.
Ya alcanzábamos el final de la “compuerta” de caminos serpenteantes y
un recorrido de más de tres kilómetros; apresuramos el camino y al
final donde el camino toma una recta perdida en la distancia y pasando
unos arbustos de ch”illiwa y jichhu pudimos observar un burrito negro
con sus ojos diabólicos, su mirada penetrante y maniatado que pastaba en
la tranquilidad del pastizal, y de rato en rato nos lanzaba su mirada.
Al ver el animalito recorrió nuestros cuerpos un sudor frío y parecía
que el corazón se nos paralizaba; elevamos nuestro tono de
conversación, dijimos hasta groserías con la finalidad de darnos ánimo
uno al otro y no caer en los garfios maléficos del kharisiri.
¡Kharisiri!, ¡kharisiri!, exclamamos con desesperación y montando en
nuestras bicicletas nos alejamos del lugar como el eco que lleva el
viento.
Esta “compuerta” une los pueblos de Quequerana, Ninantaya, Quiriquiri
y Nuñuni; con los de Ollaraya, Occopampa, Huayrapata y otros; pueblos
perdidos en los enmarañados espacios del noreste de Moho.
El kharisiri o kharisirinaka son personas dedicadas a extraer el sebo
humano, para luego comercializarlo con individuos dedicados al negocio
rentable de este producto humano, que por su alto valorde cotización no miden las consecuencias que acarrea a la persona
que fue extraído el sebo, que puede llegar a morir si no es tratado
adecuadamente en el momento oportuno y con los elementos necesarios.
Hecho que sólo la medicina natural puede curar en la actualidad.
Este personaje en la vida práctica toma las formas de algunos
animales, como: un burro común y corriente, la de un perro negro, un
gallo, un plástico
negro que conocemos y usamos, pero, se presenta como que es arrastrado
por el viento de un lado a otro alrededor del caminante y otras formas
que pueden variar de acuerdo a los contextos geográficos.
¿Se imaginan ustedes si nos quedábamos dormidos en ese instante y empujando nuestras bicicletas?.
Aquella mañana don Lorenzo debía llegar muy temprano a la feria de
ganado; se levanto de madrugada como era su costumbre; tomó el mate de
coca que despedía un olor aromático y agradable que le había preparado
su esposa Concepción, era el segundo canto del gallo, mañana frígida y
adornada por la luz melancólica y tenue de la luna.
Tomó su poncho, se echó la chalina de vicuña al cuello y su ch”ullu
para protegerse del frío lacerante de la mañana. La luna cubría la
tierra con su manto blanquecino y él podía divisar el sendero que se
extendía frente a él, era un río seco y sólo un hilo de agua corría por
su cause, pasó por ella sin problemas y encontró allí un burro que a esas horas de la mañana tomaba su agua. Él con su voz gutural y taciturna dijo:
¡Burro, burro, burro!
Y prosiguió su camino, pero, de pronto volteo y se dio cuenta que el
burro que había encontrado en el río venia tras él. Y dando media vuelta
dijo al burro:
Carajo, ¿Kunsa aka asnusti muni?, ¡fuera, fuera burro!
Cuando habían pasado algunos días doña Concepción que acostumbraba
lavar la ropa de su esposo, sintió un olorcillo raro que provenía del
bolsillo del saco de Lorenzo y llevando la mano hasta allí se encontró
con el envoltorio de periódico y cuando abrió grande fue su sorpresa al
ver lo que allí había y llamando a su esposo le gritó:
¡Tata!, ¿Kunaraki akasti?, ¿Jumaxa kuna jaqcha jiwayaskta? Y temblaba de pie a cabeza e imaginaba lo peor.
Lorenzo recordó en ese momento lo sucedido aquella mañana con el
burro cuando iba a la feria de ganado y aprovechó para contarle lo
sucedido; entonces, entendieron de lo que se había librado don Lorenzo.
Aquel burro no era un animal común y corriente, sino como ya sabemos era
el “kharisiri” que transformado en dicho animal estuvo a punto de
extraer el sebo (“lik”ichsuña”) a nuestro querido Lorenzo; quien aún
puede compartir la alegría de su familia al pie del majestuoso Qhapiya.
Aquella tarde cuando el sol reclinaba y el ocaso dejaba sus últimas luces infinitas Donato, el hijo mayor de la familiajugaba
como de costumbre con los últimos animales que quedaban fuera del
corral de la cabaña al pie del imponente Ch”ila Qullu, su padre que se
encontraba a algunos metros de él, al notar la presencia de un gallito
de regular tamaño al pie de una roca y extrañado por la súbita aparición
de este animal, que presentaba un plumaje muy peculiar, le ordenó:
¡Donato ve y arrea ese gallo!, ¿De quién podrá ser?. Por aquí no existe ninguna casa, se dijo así mismo.
El pequeño Donato que acostumbraba mirar los animales por debajo de
sus piernas, se agachó y miró hacia el animal, pero se quedó como
petrificado no sabía si creer o no lo que sus ojos veían, de pronto como
quien ve un fantasma, se levantó grito y al mismo tiempo que se
aferraba a su padre con todas sus fuerzas, y le decía:
¡Awki, Awki, janiwa ukaxa chhankakiti!, su padre sorprendido por la actitud de su hijo no comprendía lo que sucedía sólo atinó a preguntarle:
¡Yuqalla! ¿Kunasa Kamachi? Y su hijo se le aferraba con más fuerza a su cuerpo y sudaba como si hubiera participado en una competencia de maratón, sólo atinó a señalarle con sus manitas con dirección al gallo.
Volteo para mirar al gallo y éste ya se encontraba parado sobre la
inmensa roca, hecho que era muy raro en estos animales y por lo avanzado
de la tarde. Quiso ver lo que su hijo había visto al agacharse y mirar
por debajo de sus piernas y/o entrepiernas; cuando miró al gallo ya no
estaba, sino que, solamente pudo ver desaparecer detrás de la inmensa
roca la cabeza de un hombre con una cabellera bastante crecida y
chascosa. Y dirigiéndose a su hijo, lo acarició al mismo tiempo que le
decía:
Jani jachamti wawa, ¡kuna purkiriyapunchi!. Utaru sarxañani.
A los pocos días se enteraron que la esposa de su vecino quien vivía
al otro lado del cerro en la cabaña de P”axra Jaqhi, se encontraba
enferma, luego de haber comido chicharrón de chancho que la familia
había preparado por la alegría de haber culminado el recojo del ch”uñu y
tunta que fue muy abundante y la época de heladas ya se iba, terminaba
junio para dar paso al mes de las cometas en la zona.
La pregunta quedaba flotando aún, ¿Qué había visto aquella tarde
Donato? Y asustarse como lo hizo, su padre estaba muy inquieto todos
esos días, pero, no quería recordarle el mal momento vivido por su hijo;
finalmente, llegó el momento de conversar sobre el tema, cuando toda la
familia se encontraba reunida en la noche después de haber cenado,
frente a la pregunta de su padre Donato narró lo que había visto:
Kunawrasati uñttha ukaxa, uka qala k”uchunsti janiwa kuna chhankasa
utjkataynati, uka jach”a qala k”uchunsti maya ch”iyara isini, ñik”utasa
t”ampa, nayrapasa ninjama sank”iri phiru jaqikiwa sayaskataynaxa.
Efectivamente, lo que Donato había visto no era un gallo, sino, una
persona extraña con características extravagantes, con ojos que
brillaban como la brasa del fuego y su ropa completamente negra,
hicieron que el niño se asustará aquella tarde como lo hizo.
Como ya se dijo, el “Kharisiri” puede tomar la forma de distintos
animales y objetos cuando tiene que atacar a las personas y sacarles el
sebo (lik”ichsuñataki), y lo puede hacer en cualquier momento del día y
en el momento menos pensado y en el lugar menos indicado.
Existen algunos elementos que permiten contrarrestar su ataque, como:
el ajo, qañiwaku, llevar puesto alrevés alguna ropa interior, y hacer
un nudo la punta del poncho; y otros de acuerdo a cada zona. Las
personas que son sacados el sebo, pueden estar sin mostrar mal alguno
hasta por dos meses a más; su mal se manifiesta cuando el individuo
consume carne de chancho, pescado y/o toma licor (generalmente cerveza), antes de ello puede mostrarse como persona sana, pese haber sido extraído el sebo.
En la casa todos se hallaban muy acongojados, doña Lidia había sido
sacada el sebo por el “Kharisiri”. Sentía unos dolores intensos a la
altura de la cintura y esta se quería partir, le incomodaba sentarse, el
estar echada también, ninguna posición era cómoda,
y el dolor era insoportable. El curandero de la zona había detectado su
mal a través de la orina de la enferma; sudaba bastante. El curandero
hacia saber a su esposo que debería conseguir en forma inmediata lo
necesario para el tratamiento.
Tata, jichhasti k”atakiwa arumanthpachataki akanaka jakinita;
jichhaxa jaqi lik”i umantayawtanpilla, ukasti, kunjamsa jichha aruma
makipaykaniwa.
El curandero le preparó una lista de las cosas que debía tener a mano
inmediatamente si quería salvar a su esposa de la muerte que era
inminente. Manuel miró la lista que el curandero le había entregado, y
exclamó:
¡Kunaraki nayatakixa!, ¡Uka kharisiri, katjakiriktha wallpa
lluch”spunwa lluch”iririktha!. Masticaba su dolor y pena la mismo tiempo
y se prestaba a salir en busca de lo que le habían pedido el curandero,
para el tratamiento de su esposa, quien dormía momentáneamente después
de haber tomado el primer medicamento (sebo humano) que le dio el
curandero.
Debía conseguir un cordero negro, era fundamental para su
tratamiento, luego de haber caminado gran parte de la noche, llegó al
amanecer a la cabaña de su compadre quien vivía al pie del imponente
Maräwi, le parecía extraño que su compadre lo visitara desde tan lejos,
lo recibió con bastante alegría, luego de desayunar el delicioso potaje
consistente en sopa de phatasqa y carne fresca de cordero, acompañado de
un delicioso plato de ocas sancochadas preparado por su esposa, don
Marcelo al ver a su compadre tan apenado entendió que necesitaba de su
apoyo y le expresó:
Kumpari, ¿Kunaxalla wakischi?, sinti llakitaraktasa. Manuel mirando el corral de las ovejas de su compadre, exclamó:
Uka ch”iyara uwijamalla alxt”awita, jani ukasti warmijasa jiwaspawa.
Al mismo tiempo que le explicaba la razón por la que tenía la necesidad
urgente de un cordero negro y por lo que había caminado durante parte
de toda la noche.
Luego de despedirse de la casa de su compadre Marcelo, retornó a la
suya donde su esposa se encontraba convaleciente, llegando a su casa se
preparó para iniciar el ritual de la curación. Sólo esperaba la llegada
del curandero. Y se decía a sí mismo.Akampikuchawa warmijaxa waljtaniwa. Y su pensamiento recreaba los momentosfelices conjuntamente a su esposa e hijos
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